Muchas de las personas sentimos culpa en muchas ocasiones, aunque la mayoría de veces no somos conscientes de ello. Desde pequeños hemos sido educados para diferenciar lo que está bien y lo que está mal, cómo tenemos que comportarnos según las normas sociales y cómo no debemos actuar. Estas instrucciones e aprendizajes, que se basan en el respeto, son útiles para poder convivir, evitar conflictos y preservar el entorno.
En ocasiones, el sentimiento de culpabilidad nos surge cuando decimos o realizamos algo que pensamos que no tendríamos que haber dicho o hecho. Esta sensación desagradable nos indica que no hemos actuado correctamente. Es útil en cierto modo, pero genera malestar y nos situa en un rol de víctimas. En cambio, si nos centramos en la responsabilidad, asumimos las consecuencias de nuestros actos de manera activa. Esto nos permite mantener nuestra intención de actuar de manera correcta, reparar el posible daño producido y buscar soluciones a los problemas o conflictos.
nos situa en un rol de víctimas. En cambio, si nos centramos en la responsabilidad, asumimos las consecuencias de nuestros actos de manera activa. Esto nos permite mantener nuestra intención de actuar de manera correcta, reparar el posible daño producido y buscar soluciones a los problemas o conflictos.
Por lo tanto, no tenemos que sentirnos culpables, no obstante, sí que tenemos que sentirnos responsables de nuestros actos.